Un buen vivir
se soporta en adecuada alimentación, hábitos y espacios higiénicos, sistema de
salud eficaz, educación de calidad, acceso a comunicación, seguridad y
justicia, etc.; por lo cual es necesario que el estado use su presupuesto de
manera prioritaria en estos asuntos.
Es difícil
lograr que en países como Colombia el gasto público se oriente hacia las
necesidades de las mayorías, desde el punto de vista presupuestal hay logros;
sobre el papel aparecen billones que supuestamente se destinan a satisfacer
estos requerimientos pero la realidad es trágica.
En la
historia cercana están los que se robaron el dinero para las vías, las EPS que
niegan servicios de salud y usan este dinero en decoración y clubes,
Agroingreso Seguro que con trampa entregó a ricos terratenientes la plata de
los campesinos, el suministro de comida miserable a miles niños en los
restaurantes escolares.
Da vértigo enterarse de cada nuevo escándalo en el
que los protagonistas son ladrones del dinero público, mafias para estafar a
los más necesitados; la mayoría de los actos de corrupción son “goles
perfectos” al erario, no queda huella ni alguien que quiera encontrarla.
El 4% PIB del país se lo roban funcionarios y
empresarios corruptos, a valores de 2016
esto equivale a más de $15 billones anuales, cifra tan grande como incomprensible; en este mismo año el
presupuesto público nacional para el agro son $1,6 billones, para salud $20
billones, para educación $32 billones, ISAGEN se transó en $6,5 billones. Es un
inmenso atraco continuado.
Este poder podrido y corruptor tiene acaparado
hasta el lenguaje, cuando se logra que los medios de comunicación hablen del
tema se les nombra como “polémicos empresarios”, eufemismos que sólo los
protegen de lo que son: delincuentes
inmundos que se roban los sueños y el futuro de los niños, que mantienen
al campesino en la miseria y la desesperanza, que asesinan pacientes que mueren
por falta de atención como consecuencia de un sistema de salud defraudado.
El daño causado por estos ladrones es inmenso,
mucho más allá de las exorbitantes cifras este dinero estaba destinado a ser un
multiplicador de bienestar y de construcción de un mejor país; lo que debía ser
un almuerzo nutritivo, un procedimiento de salud, una carretera; lo convierten
en lujo y despilfarro que se evidencia en cuentas secretas en Suiza, Islas
Caimán y Panamá; en estas operaciones non sanctas aparecen centenares de
“colombianos de bien”, ¿Cuál es el origen de estos recursos? ¿Por qué los
ocultan? ¿Están pagando impuestos sobre ellos?
Parte del problema es que para mucha gente lo más
importante es gastar y ostentar, llegando hasta idolatrar al rico, no importa
que sea pillo, a ese bandido se le llama “doctor” y hasta “don”; este
comportamiento avala el vivir en un país de y para delincuentes.
Esta poderosa plutocracia en lugar de ayudar a los
marginados a superar su vida precaria los hunde en el fango; para estos
ricos su mejor negocio es robar a los más pobres.
¿Será que hay una clase social que no sólo es la
más educada, la más influyente, la más elegante, sino también la más ratera?
@jairmontoyatoro
jairmontoyatoro@gmail.com
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