Nos desarrollamos como individuos a través de nuestra vida y como pueblos a través de la historia común, este caminar como sujetos y como vecinos lleva a la domesticación de muchos de nuestros instintos, es decir: el espécimen y la especie se van humanizando; el tránsito juntos ha permitido cultivar la convivencia y ahí hay logros fundamentales que sustentan las sociedades.
Vivir en comunidad de manera saludable exige el reconocimiento del otro
y esto lleva a admitirlo, a permitir y facilitar su existencia, su desarrollo y
no sólo al lado sino conmigo; ese es el ideal, ahí se expresa la humanización.
La alteridad, el ponerse en los zapatos del otro, no sólo es difícil con el lejano sino
también con el próximo, con el familiar, con el compañero de trabajo, con el
vecino; la conducta propia hacia los otros en muchos casos dista del respeto y
el reconocimiento merecido; es más, son frecuentes las relaciones cotidianas
basadas en la hostilidad, la burla y el murmurar continuo hacia aquellos con
los que se comparte la balsa de la vida.
¡Y claro! En esto consiste la
humanización, en desbravar esos impulsos y como consecuencia tener comportamientos más equilibrados, más fructíferos en el encuentro con los
demás; para lograrlo deben superarse conductas que de manera explícita o velada
se sustentan en el desconocimiento del otro, por ejemplo la expresión: “Lo
respeto pero no lo comparto”; es usada casi siempre como una salida
aparentemente considerada, pero en realidad está sustentada en la negación del
otro, se usa para salirse del paso, porque en su fuero interior, quien dice la
frase, sólo reforzará sus sentimientos y razones para continuar en la otra
orilla, sin el interés genuino de ponerse en el lugar del otro, en sus
circunstancias, en sus motivos, en su historia.
El filósofo colombiano Estanislao Zuleta nos pone en evidencia cuando
expresa:
“... Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a
nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de
ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica: Es decir, el empleo de un
método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los
problemas, los fracasaos y los errores propios y los del otro cuando es
adversario o cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el
esencialismo: lo que ha hecho, lo que le ha pasado es una manifestación de su
ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera
que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por
alguna desgraciada coyuntura. Él es así; yo me vi obligado. Él cosechó lo que
había sembrado; yo no pude evitar este resultado. El discurso del otro no es
más que de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple
constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias.
Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria
por los resultados...”
@jairmontoyatoro
jairmontoyatoro@gmail.com
Imagen tomada de: http://es.slideshare.net/superdeville/estanislao-zuleta-elogio-a-la-dificultad
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