¡Es que allá si son desarrollados! Frase frecuente en conversaciones cotidianas para comparar la
existencia de Latinoamérica con ese otro mundo deslumbrante y “correcto” del
norte, estas expresiones siempre son peyorativas de lo propio y consecuencia
del arraigo de la propaganda del “progreso”.
Desde mediados de los años 40 del siglo XX
el “desarrollo” ha sido el evangelio promulgado y exigido por la casta
sacerdotal actual: economistas y planificadores; ellos “describen” como
se vive en estos mundos, que falta y exigen el cumplimiento de recetas para un
día ser clones de ellos, de sus ostentosos “paraísos”.
Esta propuesta de “desarrollo” poco
tiene en cuenta las maneras, intereses, aciertos, y saberes de la mayoría de
familias, campesinos, obreros, indígenas, negros, pequeños productores y
comercializadores que son su “objeto” de estudio y acción.
Se esperaría que después de 60 años de
discurso y actuación del “progreso” los problemas de los pobres hubieran
sido resueltos, pero no es así; la exclusión y la precariedad siguen rampantes,
especialmente en el mundo rural.
En Colombia los hogares rurales en pobreza
(que no tienen como adquirir una canasta básica de alimentación, salud,
educación, vestido) y en miseria (que pasan hambre)son el 46% y 22%
respectivamente. En la zona rural en Colombia viven 14 millones de personas.
El “desarrollo” promete salvar a los
“atrasados”, pero casi nunca lo logra y en cambio muchas de sus
consecuencias son pueblos empobrecidos, modos de producción e intercambio
desaparecidos, ecosistemas degradados y perdidos.
Al “progreso” poco se le cuestiona,
poco se le pregunta por sus intenciones veladas, poco se le reclama por sus
resultados ineficientes y hasta perjudiciales; por el contrario parece un
chiste de mal gusto seguir esperando que para superar los problemas hay que
aplicar más del mismo remedio pero en dosis más altas. ¿Esto es razonable?
Arturo Escobar investigador colombiano ha hecho un gran trabajo para entender
estos modelos de “progreso”, uno de sus libros: La Invención del
Tercer Mundo, describe, contrasta y propone como el discurso del “desarrollo”
necesita inventar el “subdesarrollo” para nutrir los privilegios del “primer
mundo” y justificar sus intervenciones en los países del “tercer mundo”.
Este libro se centra en la lógica,
programas y acciones del “desarrollo” en el campo colombiano, Escobar
expone y diserta desde la política internacional de Estados Unidos sobre el
tema, hasta las fórmulas aplicadas en Colombia desde hace seis décadas;
contenidos y acciones que casi no han variado durante todo este tiempo, sólo
cambios de matices y nombres.
Debajo del discurso de “desarrollo” hay
exclusión, negación, negativización de las otras maneras de existir; miles de
pueblos en el mundo han cultivado otras formas económicas, sociales, de
adaptación a los ecosistemas; pretender que sólo hay una manera “correcta”
y es la del llamado “progreso” es por lo menos pretencioso, excluyente y
dominante.
Al observar la realidad se evidencia la
incapacidad del discurso y acción del “progreso” porque “después de 60
años de recetas de crecimiento económico, endeudamiento perpetuo y exclusión”
no han logrado solucionar los problemas que prometían superar; hay cambios en
acceso a salud, educación, información pero sólo para segmentos escasos de
población; las inmensas mayorías siguen excluidas de este festín prometido, y
peor aún, muchas comunidades han sido perjudicadas al ser avasalladas sus
tierras, sus costumbres, sus arreglos económicos, sus saberes.
Al otro extremo de los pobres crecen de
forma enfermiza la acumulación, el despilfarro, el pensar y actuar excluyentes
y dominantes que tanto disfrazan de formas caritativas y bienhechoras. Para que
este pequeño grupo siga aumentando sus privilegios es necesario que gran parte
del mundo tenga que seguir perdiendo sus tierras, entregando sus salarios por
apenas la sobrevivencia y vendiendo sus materias primas y productos por precios
que ni siquiera pagan los esfuerzos necesarios para generarlos.
El actual modelo de “desarrollo” no
es una senda que todos los países puedan caminar y llegar a un mejor lugar,
sino que nutre el sistema “centro – periferia” en el cual en la mitad están los
pocos grupos de alto ingreso y allá en las afueras están las inmensas mayorías
como despensas de mano de obra, materias primas y ecosistemas baratos.
Este “desarrollo” no valora lo
existente en estas tierras, parte de sus prejucios pontificando que lo que se
hace y como se hace en estos lugares “atrasados” no es correcto; están
mal la organización comunitaria, la
solidaridad, las formas de producción, las formas de intercambio, los saberes;
todo eso está mal y lo “bueno” es que estas sociedades se viertan en el
mercado, la bancarización, el consumo desaforado y el crédito eterno.
En el Sur se deben reencontrar, encontrar y
cultivar las maneras propias de vivir, para ello hay que estudiar juiciosamente
lo propio y las teorías del “desarrollo”, contrastar todo, someterlo a
tensión, a discusión y como fruto seguir cultivando, divulgando y defendiendo
las múltiples realidades y arreglos socioeconómicos que permitan un digno vivir
en estos territorios.
@jairmontoyatoro
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