martes, 26 de febrero de 2013

El Valor de Educar - Fernando Savater -

"Es cierto, sin embargo, que la educación parece haber estado perpetuamente en crisis en nuestro siglo, al menos si hemos de hacer caso a las insistentes voces de alarma que desde hace mucho nos previenen al respecto. Cuando ahora confiese, amiga mía, que este libro responde a mi preocupación por la crisis actual de la educación es probable que muchos se encojan de hombros: ese triste cuento ya lo hemos oído tantas veces... Aun así, creo que es posible señalar peculiaridades inquietantes en el estadio crítico que hoy atravesamos. 

Por decirlo con palabras de Juan Carlos Tedesco, cuyo libro El nuevo pacto educativo ha sido una de mis mejores ayudas a lo largo de estas páginas, la crisis de la educación ya no es lo que era: «No proviene de la deficiente forma en que la educación cumple con los objetivos sociales que tiene asignados, sino que, más grave aún, no sabemos qué finalidades debe cumplir y hacia dónde efectivamente orientar sus acciones.» En efecto, el problema educativo ya no puede reducirse sencillamente al fracaso de un puñado de alumnos, por numeroso que sea, ni tampoco a que la escuela no cumpla como es debido las nítidas misiones que la comunidad le encomienda, sino que adopta un perfil previo y más ominoso: el desdibujamiento o la contradicción de esas mismas demandas.

¿Debe la educación preparar aptos competidores en el mercado laboral o formar hombres completos? ¿Ha de potenciar la autonomía de cada individuo, a menudo crítica y disidente, o la cohesión social? ¿Debe desarrollar la originalidad innovadora o mantener la identidad tradicional del grupo? ¿Atenderá a la eficacia práctica o apostará por el riesgo creador? ¿Reproducirá el orden existente o instruirá a los rebeldes que pueden derrocarlo? ¿Mantendrá una escrupulosa neutralidad ante la pluralidad de opciones ideológicas, religiosas, sexuales y otras diferentes formas de vida (drogas, televisión, polimorfismo estético...) o se decantará por razonar lo preferible y proponer modelos de excelencia? ¿Pueden simultanearse todos estos objetivos o algunos de ellos resultan incompatibles? En este último caso, ¿cómo y quién debe decidir por cuáles optar? Y otras preguntas se abren, por debajo incluso de las anteriores hasta socavar sus cimientos: ¿hay obligación de educar a todo el mundo de igual modo o debe haber diferentes tipos de educación, según la clientela a la que se dirijan?, ¿es la obligación de educar un asunto público o más bien cuestión privada de cada cual?, ¿acaso existe obligación o tan siquiera posibilidad de educar a cualquiera, lo cual presupone que la capacidad de aprender es universal? Pero vamos a ver: ¿por qué ha de ser obligatorio educar? Etc., etc."

Savater Fernando. El valor de educar.

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viernes, 22 de febrero de 2013

De la ética del trabajo a la estética del consumo - Luis Horacio Hincapié. La identidad fragmentada...

La identidad fragmentada, una actualización psicosocial

El cambio de referentes, genera unas lógicas de pensamiento, acción y relación distintas. Para BAUMAN, (2.000) se ha pasado de una ética del trabajo a una estética del consumo.

La ética del trabajo estaba sustentada en una sociedad de productores, orientados hacia la adquisición de capacidades y la voluntad de producción; la lógica de la producción es la creación, es darle forma a lo difuso, es darle vida a lo inerme, es encontrarle a las cosas su utilidad y uso práctico y desde el punto de vista ético, contribuir al progreso de la humanidad.

La estética del consumo está orientada a la destrucción, a quitarle existencia a las cosas, a agotarlas hasta aniquilarlas, a despojarlas de su encanto hasta que dejen de despertar nuestros deseos, de satisfacer nuestros apetitos y dejen de ser aptas para el consumo. En la acepción habitual del término, consumir es: Comer, utilizar, jugar, usar; es apropiarse de las cosas impidiendo el uso de otros sin nuestro consentimiento.

La ética del trabajo servía como referente para la construcción de identidad y de proyecto de vida, era factor de ubicación social y de evaluación personal, permitía la formación del carácter social, aseguraba el sustento, definía el lugar al que se podía aspirar o reclamar, determinaba derechos y obligaciones frente a la vida, era fuente de confianza o inseguridad y regulaba el orden social; Los que no encajaban en ese orden eran básicamente los desempleados y los inválidos y la gente útil a la sociedad eran los trabajadores, los cuales por estar dentro del orden, podían mantenerse alejados de los impulsos irracionales.

Los referentes que se desprendían del trabajo cumplían el papel de servir como herramienta básica para la elaboración de un proyecto de vida y la construcción de una identidad finalista, para toda la vida.

La estética del consumo, valora a aquellos que tengan la voluntad y la capacidad de consumo, a aquellos en el que el principio teleológico del carácter, que le señala a este una construcción con tendencia futura y finalista, es decir, que orienta la toma decisiones hacia el largo plazo, hacia lo duradero, esté resquebrajado.  Un buen consumidor debe tomar decisiones para el corto plazo, cuyo lema sea la provisionalidad, con tendencias a lo efímero y lo volátil.

Desde esta óptica, cualquier identidad debe tener el don de la flexibilidad, debe ser cambiable y estar abierta a todas las opciones, a todas las oportunidades que da la vida; solamente basta estar en el lugar indicado y en el momento indicado; se deben saber ubicar las ferias de oportunidades, para poder aprovecharlas.

Los buenos consumidores no deben aferrarse a nada, ni comprometerse con nada, deben ser susceptibles de fácil seducción e inclinados a perder en forma rápida el interés por las cosas, en donde el compromiso con estas sólo dure hasta consumirlas, hasta hacer desaparecer el deseo.

Mientras la sociedad de productores exigía gente con hábitos de disciplina fuertemente arraigados, la sociedad de consumidores ofrece un mercado que brinda libertad, la entera sensación que son ellos los que eligen, los que critican y mandan, pero que deja atrapada a la gente en la trampa del consumo permanente, so pena de ser excluido del grupo de los privilegiados.

“El miedo ha crecido en nuestra sociedad actual, los desplazamientos de lo público a lo privado son la constante, la gente se retira de los espacios centrales de la discusión sobre los asuntos colectivos, los cuales son vistos como amenazantes, para refugiarse en la casa, en los espacios privados y en últimas en su individualidad, es una huida del mundo al yo. Proliferan las cerraduras, los sistemas de seguridad, las comunidades cerradas y cercadas. El miedo se concentra en el interior del individuo asumiendo formas paranoides, que lo llevan a preocuparse menos por lo colectivo, por la integridad y fortaleza de la ciudad en que vive, como propiedad y garantía de seguridad individual, que por el aislamiento y la fortificación del propio hogar.

La consigna es no solidarizarse con el otro sino evitarlo, separarse de los demás como estrategia de supervivencia. No se trata de amar u odiar a los demás sino de mantenerlos a distancia, para evitar la amenaza.”

Luis Horacio Hincapié - La identidad fragmentada

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martes, 19 de febrero de 2013

El reencantamiento del mundo - Patricia Noguera. Desde el Pensamiento Ambiental...

Es demasiado frecuente percibir que tan hartas están con sus vidas muchas de las personas que nos rodean; este correr para ganar más, para comprar más, para consumir más, muestra a cada instante sus límites; todo ello ha ayudado a crear una sociedad en donde la mayoría de sus individuos se "gastan la vida" apresurados tras de lo que nunca alcanzarán (el mayor  consumo y la mayor exhibición de objetos frente a los demás).

El modelo de vida que hoy es preponderante está basado en "la explotación de los recursos" sean estos: humanos, plantas, animales, minerales, etc. Nada importa, si se puede vender se le "usa".

A los humanos se nos ha olvidado... lo hemos perdido en algún momento de nuestra cultura... que somos una hebra de la naturaleza, que los humanos no somos aparte de ella, que todo el ser que cada uno es, es naturaleza.

Intentar vivir de manera más acorde en el ecosistema que habitamos exige pensar, sentir y desencantarse de un modo de vida que ni siquiera nos hace felices, y que aún más, arrasa a todos aquellos con los cuales compartimos esta tierra; ese desencantamiento permitirá un nuevo encantamiento que nos llevará a un mejor vivir, a un habitar más tranquilo y feliz en esta hermosa tierra.

Para acercarse, sensibilizarse, sentir y pensar sobre asuntos como éste, la maestra Patricia Noguera hace un hermosa y profunda propuesta en su libro "El reencantamiento del mundo" el cual vale la pena disfrutar y releer con la calma, con la sed y la alegría de comprendernos mejor y tomar acciones para un equilibrado vivir.

jair

" (las)... propuestas desarrolladas a lo largo de los tres capítulos que integran este libro, exigen una transformación del ethos cultural -tecnológico, científico, económico y político- de las sociedades cuyo desarrollo se ha basado en la explotación del patrimonio ecosistémico y humano, sociedades cuya plataforma tecnológica adaptativa se soporta en el reduccionismo científico, la homogenización tecnológica y la exclusión de las alteridades.

Prácticas como la educación y el lenguaje y formas contemporáneas del habitar humano deben permitir la construcción de una ética y un ethos ambiental. Es tarea de la filosofía, pero no solo de ella, sino también de todos los saberes, asumir la dimensión ambiental como una dimensión sin la cual será poco probable que las generaciones venideras, tanto humanas como no humanas, puedan habitar la tierra de manera solidaria y en paz.

Este libro propone un reencantamiento de nuestro mundo, de nuestro universo: una mirada poética al patrimonio que durante millones de años nos ha heredado la vida, a fin de convertirnos en habitantes respetuosos de una tierra de la cual hacemos parte. Nos permite además, entender las necesarias relaciones que debe tener hoy el filósofo con uno de los temas y problemas más importantes de nuestra cultura: el ambiental"

Fragmento de la portada del libro "El reencantamiento del mundo" - Patricia Noguera

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viernes, 15 de febrero de 2013

Plegaria del estudiante - Humberto Maturana

¿ Por qué me impones
lo que sabes
si quiero yo aprender
lo desconocido
y ser fuente
en mi propio descubrimiento?

El mundo de tu verdad
es mi tragedia;
tu sabiduría,
mi negación;
tu conquista,
mi ausencia;
tu hacer,
mi destrucción.

No es la bomba lo que me mata;
el fusil hiere,
mutila y acaba,
el gas envenena,
aniquila y suprime,
pero la verdad
seca mi boca
apaga mi pensamiento y
niega mi poesía, me hace
antes de ser. No quiero la verdad,
dame lo desconocido.

Déjame negarte al hacer mi
mundo para que yo pueda
también ser mi propia
negación y a mi vez ser
negado. ¿Cómo estar en lo
nuevo sin abandonar lo
presente? No me instruyas,
déjame vivir viviendo junto
a mí; que mi riqueza
comience donde tu acabas,
que tu muerte sea mi
nacimiento.

Me dices que lo
desconocido no se puede
enseñar, yo digo que
tampoco se enseña lo
conocido y que cada hombre
hace el mundo al vivir.

Dime, que yo tejeré sobre tu
historia; muéstrate para que
yo pueda pararme sobre tus
hombros. Revélate para que
desde ti pueda yo ser y
hacer lo distinto; yo tomaré
de ti lo superfluo, no la
verdad que mata y congela;
yo tomaré tu ignorancia
para construir mi inocencia.

¿No te das cuenta de que
has querido
combatir la guerra
con la paz, y la paz
es la afirmación de la guerra ?

¿No te das cuenta
de que has querido
combatir la injusticia
con la justicia,
y que la justicia
es la afirmación
de la miseria?

¿No te das cuenta
de que has querido combatir
la ignorancia
con la instrucción
y que la instrucción
es la afirmación
de la ignorancia
porque destruye
la creatividad?

Tu conocimiento
nos muestra el mundo
o lo niega,
porque es la historia
de tus actos,
o lo negará porque
despertando tu imaginación
te llevará a cambiarlo

Deja que lo nuevo
sea lo nuevo
y que el tránsito
sea la negación del presente;
deja que lo conocido
sea mi liberación,
no mi esclavitud.

No es poco lo que te pido.
Tú has creído
que todo ser humano
puede pensar,
que todo ser humano
puede sentir.
Tú has creído
que todo ser humano
puede amar y crear.

Comprendo pues tu temor
cuando te pido
que vivas
de acuerdo a tu sabiduría
y que tú respetes
tus creencias;
ya no podrás predecir
la conducta de tu vecino,
tendrás que mirarlo;
ya no sabrás
lo que él te dice escuchándote,
tendrás que dejar poesía
en sus palabras.

El error será
nuevamente posible
en el despertar
de la creatividad,
y el otro tendrá presencia.
Tú, yo y él tendremos
que hacer el mundo.
La verdad perderá
su imperio
para que el ser humano
tenga el suyo.

No me instruyas,
vive junto a mí;
tu fracaso es
que yo sea
idéntico a ti.

Tomada de El sentido de lo humano de Humberto Maturana Romecín

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miércoles, 13 de febrero de 2013

Planeta con hambre - Peter Menzel y Faith D'Alusio. Lo que come el mundo...

Hoy, desde el recurso de la fotografía, podremos dar un vibrante recorrido por familias de varios países, todas ellas retratadas en su hogar, en su espacio, con sus objetos y con los alimentos que consumen en una semana y el costo de los mismos.

Este profundo trabajo del fotógrafo Peter Menzel y el escritor Faith D’Aluisio, reunido en su libro Hungry Planet: What the World Eats, nos permite observar y pensar en la diversidad del mundo que hoy habitamos, en los desequilibrios que presenta y en la cotidianidad de las vidas de los 7.065 millones de humanos que hoy poblamos la tierra.

Estás imágenes irremediablemente hacen pensar y poner en tensión el discurso de sostenibilidad preponderante, aquel que se fundamenta en el supuesto que la técnica, la tecnología y la ciencia rescatarán a los humanos de los excesos que cometen.

Indudablemente el asunto ambiental tiene que ser mucho más que el mercadeo de lo verde y la búsqueda de "oportunidades de negocio" que ni siquiera mitigan el problema, por que el problema es sustancial y su solución va mucho más allá que la exhibición de "sellos verdes" que en muchos casos funcionan sólo como estrategias para limpiar caras muy sucias.

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viernes, 8 de febrero de 2013

La voz del arco iris - Leonardo Boff. Desde el Pensamiento Ambiental

"...Ecología social frente a la pobreza y la exclusión 

Hablamos hoy de las muchas crisis que estamos sufriendo: crisis económica, energética, social,  educativa, moral, ecológica y espiritual. Si observamos bien veremos que en todas ellas se encuentra la  crisis fundamental: la crisis del tipo de civilización que hemos creado en los últimos 400 años. Esta crisis  es global porque este tipo de civilización ha sido prácticamente difundida e impuesta a todo el globo.

¿Cuál es la señal visible que caracteriza este tipo de civilización? Que produce pobreza y miseria por un lado y, por el otro, riqueza y acumulación. Este fenómeno se nota a nivel mundial: hay pocos países ricos y muchos países pobres. Se nota principalmente en el ámbito de las naciones: pocos estratos  beneficiados con gran abundancia de bienes de vida  (comida, medios de salud, de vivienda, de  formación, de diversión), y grandes mayorías carentes de lo esencial para vivir. Incluso en los llamados  países industrializados del hemisferio norte hay bolsas de pobreza (Tercer Mundo en el Primer Mundo) así  como hay sectores opulentos en el Tercer Mundo (Primer Mundo en el Tercer Mundo), en medio de la miseria generalizada. Las críticas que siguen pretenden denunciar las causas de esta situación. 

Críticas al actual modelo de sociedad

Hay tres líneas de crítica al actual modelo de civilización y de sociedad, tal como lo han señalado  destacados analistas. 

La primera, hecha por los movimientos de liberación de los oprimidos, dice: el núcleo de esta  sociedad no está construido sobre la vida, el bien  común, la participación y la solidaridad entre los  humanos. Su eje estructurador está en la economía de corte capitalista, conjunto de poderes e  instrumentos de creación de riqueza —y ahora viene su característica básica— mediante la depredación de  la naturaleza y la explotación de los seres humanos. La economía es la economía del crecimiento ilimitado,  en el menor tiempo posible, con la mínima inversión y máxima rentabilidad. Quien consiga obedecer esta lógica y mantenerse dentro de esta dinámica acumulará y será rico a costa de un permanente proceso de explotación. 

Por lo tanto, la economía se orienta por un ideal de desarrollo material, mejor podríamos llamarlo  crecimiento, que se sitúa entre dos infinitos como  ya hemos visto en el capítulo anterior: los recursos  materiales supuestamente ilimitados y el futuro abierto indefinidamente hacia delante. 

Para este tipo de economía de crecimiento, la naturaleza se degradada a un conjunto de recursos  naturales o materias primas, disponibles a favor de intereses humanos particulares. Los trabajadores  son considerados como recursos humanos, o peor, como material humano, en función de una meta de  producción Como puede deducirse, su visión es instrumental y mecanicista: personas, animales, minerales, en fin, todos los seres pierden su valor intrínseco propio y su autonomía relativa, quedando  reducidos a simples medios para un fin fijado subjetivamente por el ser humano, que se considera el  centro y el rey del universo. 

¿Cuáles son las críticas principales a este modelo social? Que no consigue crear riqueza sin generar al  mismo tiempo pobreza, que es incapaz de conseguir desarrollo económico sin producir simultáneamente  explotación social nacional e internacional. Y tampoco es democrático porque monta un sistema político de control y de dominio del proceso productivo por  parte de los detentores del poder económico. 

La  democracia acaba en la puerta de la fábrica o crea  democracias reducidas (nuestras democracias  liberales representativas) o  democraturas  (democracias bajo tutela militar), pero nunca se instaura una  democracia que sirva como valor universal, que respete los contenidos de la palabra democracia, es  decir, la forma de organización social asentada por el pueblo organizado, forma que se articula alrededor  del bienestar de la mayoría mediante la participación, creando así niveles crecientes de igualdad, de solidaridad y de respeto a las diferencias. De esta crítica han nacido los movimientos de los oprimidos por  su liberación, que van desde la lucha de los sin-tierra y los sin-techo hasta los sindicatos combativos  organizados autónomamente. 

Nació así la cultura de la ciudadanía, de la democracia, de la participación,  de la solidaridad y de la liberación. En ella echa sus raíces la teología de la liberación, la primera síntesis  teológica nacida en el Tercer Mundo (América Latina), con repercusiones en todas las Iglesias y en los centros metropolitanos de pensamiento. Postula un desarrollo que atienda a las demandas de todos y no  solamente a los más fuertes; una economía de lo suficiente para todos...


...Somos parte de un inmenso equilibrio/desequilibrio ecosocial

Queremos ahora profundizar la tercera corriente, la ecológica, en su dimensión social. El gran reto viene  de la pobreza y de la miseria. Estos son los principales problemas ecológicos de la humanidad, no el tití-león dorado, ni el oso panda de China ni las ballenas de los océanos. 

Comencemos diciendo que pobreza y miseria son problemas sociales y no naturales ni fatales. Son  causadas por la manera como se organiza la sociedad. Hoy tenemos conciencia de que lo social es parte  de lo ecológico, en su sentido amplio y verdadero. Ecología tiene que ver con las relaciones de todo con  todo, en todas las dimensiones. Todo esta interconectado. No hay compartimentos estancos, lo ambiental por un lado y lo social por el otro. La ecología social se propone estudiar las conexiones que las  sociedades establecen entre sus miembros y las instituciones, y las de todos ellos con la naturaleza que  los contiene..."

Leonardo Boff
La voz del arco iris. Hacia una espiritudalidad planetaria y ecológica
Pág. 7

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martes, 5 de febrero de 2013

Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011. Colombia rural razones para la esperanza. ¿Será que en esta ocasión si le toca a los campesinos?.

"Me preocupa el rumbo que está tomando la discusión sobre el problema agrario de cara a las negociaciones de paz. He asistido a varios foros entre expertos y líderes políticos y sociales. Se lanzan a la cara largos diagnósticos y complicadas propuestas para transformar el campo colombiano. No es eso lo que falta. Yo, que soy un simple columnista, explorador de temas diversos, de tanto oír sobre el asunto, tengo en mi cabeza el lío completo y las soluciones que se han ensayado en otras latitudes.

Resumo en unas frases lo que todo el mundo sabe. Tenemos una aberrante concentración de la propiedad, quizás la más alta del mundo: el 1,5 por ciento de los propietarios tiene el 52 por ciento de la tierra cultivable; también el más absurdo uso del suelo: 4,9 millones de hectáreas se dedican a la agricultura, 39,5 millones a una ganadería extensiva e ineficiente y cerca de 10 millones han sido concedidas para una explotación -de bajo compromiso social y muy agresiva con el medio ambiente- de minas e hidrocarburos. Esto ha llevado a que el campo sea más desempleado, más miserable, más pobre y más comprometido con la guerra, que las ciudades. 



Sigo. Está demostrado que la pequeña y mediana producción campesina acompañada de seguridad, de créditos, de asistencia técnica y de redes de comercialización, es abiertamente competitiva y puede generar mucho más empleo que la gran empresa agrícola. Pero también está demostrado que en algunos renglones de la agricultura es obligatoria una alta inversión de capital y la conformación de grandes empresas para resolver la creciente demanda alimentaria, jalonar el producto interno bruto y propiciar la modernización del campo. 



Igualmente se sabe que solo una decisiva intervención del Estado y una creciente participación de las comunidades en la regulación y el control de la minería y los hidrocarburos puede conducir a transformar esa riqueza natural en riqueza productiva y puede mitigar el grave impacto ambiental y social que en otros países ha tenido el boom de la minería y el petróleo. 



Es una pendejada discutir estas cosas sabidas mientras en el Congreso de Fedegán, realizado en la ciudad de Santa Marta, a finales de noviembre, José Felix Lafaurie enhebra una diatriba contra la posibilidad de un cambio en el agro derivado de las negociaciones de La Habana y arranca una salva de aplausos cuando dice que “no quiera Dios que hoy, los ganaderos, tengamos que tragarnos el sapo de una reforma agraria impuesta por las Farc”. Es la misma actitud que asumieron en 1971 frente a la movilización campesina pacífica y que llevó al ‘Pacto de Chicoral’ que suscribieron los gremios del campo encabezados por Fedegán con los liberales y los conservadores para echar al suelo la reforma agraria que había lanzado Carlos Lleras Restrepo. 



Ahí está el principal obstáculo. La muralla que nadie ha logrado derribar. También juega en contra de la transformación profunda del agro, la resistencia de la guerrilla y de la izquierda toda, al desarrollo capitalista del campo, bien reflejada en algunos apartes del discurso de Iván Márquez en Oslo. 


El país no puede perder la oportunidad que se abrió en La Habana para discutir una estrategia de choque que nos lleve a una redistribución de la tierra; y ahí, o se pacta con los grandes terratenientes o se los doblega, no hay otra alternativa. También es imprescindible una alianza de la guerrilla, las organizaciones campesinas y la izquierda con la dirigencia empresarial y política del país inclinada a la modernización del campo para estructurar un modelo que combine el impulso a la pequeña y mediana producción campesina con el desarrollo de la gran empresa agrícola y la explotación controlada y sostenible de la minería y el petróleo. Y para que esta revolución agraria fructifique es obligatorio desatar un gran proceso de organización y movilización de la población campesina. 

Tal debería ser el centro de la discusión en el foro que por encargo de la mesa de La Habana organizan la Universidad Nacional y el PNUD. No sea que Bruno Moro y Alejo Vargas, después de reunir a un jurgo de expertos y líderes gremiales y políticos, les terminen enviando a los negociadores de paz una interminable lista de recomendaciones tan farragosas como inocuas."

León Valencia, Ir a la Columna de León Valencia en la Revista Semana 

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viernes, 1 de febrero de 2013

Colombia en el planeta - William Ospina. Él tiene miedo, anda armado y enloquecido...

"... Hoy los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las guerras, la hojarasca de la compañía bananera. Vale decir: la peste del olvido, la locura de la venganza, la ignorancia de nosotros  mismos que nos hizo incapaces de resistir a la dependencia, a la depredación y al saqueo. La  exuberante Colombia parece haber perdido la memoria, parece haberse extraviado en su  territorio, como esos personajes de Rivera a los que se tragó la selva, y parece haber perdido toda  confianza en sí misma, hasta el punto de no creer que haya aquí ninguna singularidad, ninguna  fortaleza original para dialogar con el mundo. Es, por supuesto, una mala ilusión, porque el  mundo sabe, a veces mejor que Colombia misma, que el país está lleno de originalidad y de  lenguajes vigorosos. Pero es necesario que Colombia lo sepa también..."

"... Reconocerse en sí misma es el gran desafío de la Colombia presente. Mientras los colombianos  no tengamos un lenguaje común para hablar de nuestro territorio, y no tengamos un relato  compartido de los mitos y de los símbolos que nos unen, será muy difícil cumplir juntos las  tareas que nos está reclamando la historia. Un país sólo vive en confianza, sólo se constituye  como nación solidaria cuando comparte una memoria, un territorio y unos saberes originales.


No basta tenerlos, es necesario compartirlos. La urgente tarea de refundación de Colombia es  antes que todo una tarea cultural: debemos emprender una gran expedición por el olvido,  debemos pronunciar un conjuro contra la venganza desde las encrucijadas de nuestro territorio  en peligro, debemos vivir una original aventura estética, mirando la naturaleza equinoccial, las  ciudades nacidas del choque de la modernidad con la tradición, y explorando las riquezas del  mestizaje, para encontrar los rostros y los lenguajes que definen nuestro lugar en el planeta..."


"... El asesinato es un  arma política común, y también un instrumento siniestro de control social. Pero tal vez lo que  permite que la venganza recurra al crimen para dirimir los conflictos es esa idea de que los seres  humanos se borran con la muerte. Lo que impidió que los muertos de la dictadura Argentina se  perdieran en el olvido fue que las Madres de la Plaza de Mayo los sacaron a la calle día tras día y  año tras año: es así como se demuestra que el amor es más poderoso que la muerte. Aquí es  necesario despertar a los muertos, pedirles que sigan vivos en el corazón de quienes los amaron,  que nos acompañen en una larga fiesta por la vida. Los Wayúu suelen atar con cintas rojas las  manos y los pies de quienes han sido asesinados, para que el asesino no pueda olvidar que ha  cometido un crimen. Cuando hayamos cumplido esa labor poética y mítica de despertar a los  muertos, de convertirlos en aliados de la vida, cuando hayamos demostrado que no es tan fácil  matar del todo a un ser humano, la venganza tendrá que inventarse otras formas de dirimir sus  conflictos, y no podrá creer que se elimina una contradicción eliminando a los contradictores..."


"... Del mismo modo debemos contrariar la locura que hizo que década tras década el país se haya
acostumbrado a vivir bajo la sombra mítica de un monstruo que se finge eterno, omnipresente y omnipotente. Ese monstruo  se llamó Sangrenegra y Desquite, se llamó Fabio Vásquez y Javier Delgado, se llamó Gonzalo Rodriguez Gacha y Pablo Escobar, y aunque cíclicamente caía en poder de la justicia o bajo una lluvia de balas, mostrando que no era más que un pobre ser resentido y vengativo, sigue imperando por el miedo sobre la sociedad y, a pesar de su muerte, vuelve a alzarse una y otra vez, con otro nombre y otros discursos, creyéndose de nuevo el dueño del país, el que decide quien vive y quien muere, quien permanece en el territorio y quien se va de él. 

¿Qué hace que Colombia se haya habituado a vivir bajo la gravitación de ese monstruo inevitable siempre significativo y siempre insignificante? Tal vez lo que tiene que ser conjurado no es el monstruo particular, por el que sus propios patrocinadores y voceros terminan sintiendo terror, y al que finalmente destruyen, sino la costumbre colectiva de estar a la vez fascinados y aterrorizados con él. Como el mítico Minotauro de Creta, que exigía a cada año el tributo de la sangre joven de la isla, este monstruo parece ineluctable, pero es verdadera la interpretación que hizo de él Borges en su relato "Asterion": la principal necesidad del monstruo es la de desaparecer, y lo único que verdaderamente lo sostiene es el temor que la sociedad le profesa. 

Este es un país peligroso pero valiente. La gran mayoría de la sociedad está compuesta por seres valerosos que cada mañana salen a las calles desarmados, a luchar por la vida, a trabajar y a crear. Sin embargo, se ha extendido la creencia que los valientes son los tenebrosos guerreros que necesitan andar armados hasta los dientes y que se jactan de perdonar a todos los demás el atrevimiento de existir. 

Nuestro gran desafío es ayudar al monstruo a desaparecer. Y para ello es fundamental cambiar nuestras ideas de la valentía y de la cobardía. Es el monstruo el que tiene miedo, es por eso que anda armado y enloquecido, y Colombia debe vivir la fiesta de reírse del monstruo, desarticularlo como a esos muñecos de carnaval de los que cada miembro de la comparsa lleva una parte y que a veces se disgregan ante los ojos regocijados de los niños..."

"... Nuestra sociedad tradicionalmente pobre, que nunca vivió la prosperidad de México o La  Habana en el siglo XVIII, de la Argentina a comienzos del XX, de Venezuela a mediados de siglo,  nuestra sociedad, arrojada a una lucha desamparada y solitaria por lo material, aislada en  individuos que crecieron en la falta de estímulos y la abundancia de obstáculos, en manos de  clases dirigentes sin carácter que nunca dirigieron nada, está comprendiendo tardíamente que la mayor riqueza posible es la menos palpable: el privilegio de compartir una realidad donde sea  posible confiar en los demás, y que los demás confíen en nosotros..."

"... Colombia necesita reconocerse en Macondo, necesita curarse del olvido, curarse de la venganza  y curarse de la ignorancia de sí misma, y sólo podrá lograrlo viajando por el olvido, despertando a los muertos, contando y cantando los secretos de su continuo vivir en peligro, conjurando los  fantasmas del miedo, y emprendiendo un diálogo nuevo con el mundo. Ello reclama una  aventura vital festiva y múltiple, enriquecida por los lenguajes del arte, que brote de la  comunidad sin exigir el patrocinio del Estado, y donde cada colombiano pueda sentirse y actuar  como protagonista. Una iniciativa autónoma de la cultura colombiana para abrir el país a los  creadores y artistas del mundo, a todos los que quieran vincularse como acompañantes y amigos  en una Expedición de Colombia por su propia memoria, por la vastedad de su territorio,  reconociendo la originalidad de sus sueños y de sus lenguajes..."

William Ospina
Apartes del ensayo Colombia en el planeta

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